Democracia

Historia

La democracia como concepto y como fenómeno político es tan antigua y cambiante como la misma historia política del mundo entero. Su origen se remonta hasta la Grecia antigua donde el gobierno de la ciudad-Estado se organizaba con base en elementos directos y representativos (Welp, 2018),  como la Asamblea que estaba compuesta por toda la ciudadanía y que definía los grandes asuntos de la comunidad.

¿Sabías que?

El Consejo

El Consejo de los 500 y el Comité de los 50 estaban a cargo de organizar la Asamblea en su funcionamiento.

Además de la innovación con estas instituciones, la democracia griega se separa la política de la religión, se trata de una secularización del poder (Abal Medina, 2010). A partir de siglo V a. C., el demos, como gobernante, cambia y en su lugar el sujeto del gobierno se inclina hacia una isonomía, es decir un gobierno de las leyes que siguen un principio de igualdad para todos (Sartori, 1992).

Tras la experiencia griega, sin embargo, la democracia deja la escena principal en las formas de gobierno del mundo (Welp, 2018) porque adquiere una mala reputación y para el auge de Roma el término desaparece del uso (Przeworski, 2016). Esta connotación negativa se mantiene para el momento de las revoluciones francesa y norteamericana, por lo que el nuevo sistema propuesto se caracterizaba como gobierno representativo o república y no fue recién hasta la época contemporánea (después de la Primera Guerra Mundial) que el término empezó a ganar adeptos en todo el mundo (Przeworski, 2016).

La democracia “original”, aquella desarrollada en la Grecia antigua, sin embargo, dista bastante de lo que actualmente se entiende – o se puede entender – por democracia. El contexto de una ciudad-Estado pequeña, una economía de esclavitud –que dejaba el tiempo libre para la participación de ciudadanos–, la segregación de género en el trabajo doméstico –que dejaba libre al hombre para los deberes públicos–, y la restricción de ciudadanía a los hombres libres atenienses facilitaban el funcionamiento del modelo griego de democracia (Held, 2006). De igual manera, la condición de una sociedad homogénea y pequeña, con conocimiento de la ciudad, que también debe ser limitada en territorio, y posibilidad de asumir los cargos, en especial los sorteados, determinaban el éxito de funcionamiento de esta democracia (Dahl, 1992).

Algunos Ejemplos

El Consejo

Algunos ejemplos de estas diferencias son las polis griegas congregaban un máximo de 300.000 habitantes de los cuales 30.000 participan de la democracia directa, mientras que en la actualidad la democracia más grande en términos demográficos, la hindú, tiene alrededor de casi 1.400 millones de habitantes de los cuales 900 millones participan en sus elecciones.

Además, en la actualidad la ciudad de Atenas tiene una extensión de casi 3.000 km2 en comparación con los casi 10 millones de km2 de Canadá.

Finalmente, hay que aclarar que el carácter censitario de la democracia antigua haría que no esté calificada como tal para los estándares actuales.

A pesar de estas diferencias, se reconoce que las nociones actuales de democracia están alimentadas de las ideas de la antigua Grecia, a pesar de sus limitaciones bajo los estándares actuales, así como del imperio romano, a pesar de su rechazo a la idea de democracia heredada de Grecia, que introduce la diferencia, no conocida por los griegos, entre titularidad y ejercicio del poder, es decir la concesión del ejercicio del poder del pueblo a otro en el marco de la ley (Sartori, 1992). Los gobiernos representativos emanados de Francia y Estados Unidos, a partir de sus revoluciones a finales del siglo XVI, sentaron las bases para la forma de gobierno que combine la participación de la ciudadanía y las grandes poblaciones y extensiones geográficas. Así, las elecciones se configuraron como el mecanismo principal de estos sistemas.

¿Qué es la democracia?

Estas características electoral y representativa se fusionan bajo las nociones de democracia liberal (Della Porta, 2017) que encuentran en los principios de la poliarquía de Robert Dahl (1989: 13) sus criterios constitutivos y que define al sistema democrático como aquel capaz de “responder a las preferencias de sus ciudadanos, sin establecer diferencias políticas entre ellos”.  Para que el sistema o gobierno democrático sea capaz de cumplir tal objetivo, se debía garantizar ciertos derechos y condiciones, es decir libertades, con las que los ciudadanos pueden formular sus propias preferencias, presentarlas a sus pares y al propio gobierno, y que todas esas preferencias sean iguales entre sí. Es por esto, también, que el propio Satori (1992) define la democracia como un principio de legitimidad que se sustenta en elecciones recurrentes para resolver la titularidad y ejercicio del poder.

Estas definiciones están bajo las concepciones mínimas o estrechas de democracia, ya que la reduce a un mecanismo institucional donde se toman decisiones por personas que adquieren el poder de decisión mediante una competencia por el voto popular (Schumpeter, 1996). Estas definiciones destacaban, más que los procesos electorales por sí mismos, las lógicas de competencia, por lo que para que las elecciones sean competitivas deben ser, mínimamente, libres y justas (Cameron, 2011; Przeworski, 2019), en línea con los planteamientos de Dahl (1980). 

Estado de Derecho y democracia representativa

De manera más conciliadora que otras posturas que ven a la democracia liberal en contraposición de otras formas de democracia, Przeworski (1991) identifica estos principios liberales y electorales, no como un enfoque mínimo o estrecho, sino como un enfoque genético, que componen las normas y procedimientos para la solución pacífica de conflictos innatos a la vida política. Así esta noción no solamente se aleja de las vertientes liberales extremas y ultra individualistas, sino que, de alguna manera, se sientan las bases para las formas participativa, directa y deliberativa de la democracia.

Estas formas, como complementos más que como alternativas de la democracia representativa, se agrupan en dos grandes perspectivas, aquellas más formales que reconocen y promueven la participación democrática más allá de las elecciones, pero mediante mecanismos más institucionalizados, y las que definen la democracia como formas de involucramiento popular que son más espontáneas, menos institucionalizadas, y, por ende, menos controladas. Para el primer grupo, es imperativo concentrarse no solamente en los mecanismos existentes, sino en quién los activa, es decir si son activados desde el pueblo (bottom-up) o si son activados desde el poder político (top-down), como la principal diferencia sobre su aprovechamiento real de parte del demos (Welp, 2018). Por su parte, el otro enfoque postula que las instituciones políticas son intrínsecamente excluyentes, por lo que la participación “real”, la que le permitiría a los excluidos reducir las injusticias es otra más espontánea y menos controlada (Della Porta, 2017).

Más allá de estas diferencias en cuanto a los tipos o formas de ejercicio democrático, hay mayor claridad respecto de que las democracias se definen por la diferencia que tienen con otras formas de gobierno que, de manera genérica, han pasado a autocracias (dictaduras militares, totalitarismos, absolutismos, etc.).

¿Sabías que?

El Consejo

Las formas de gobierno autocráticas, en realidad, están mucho más presentes, y por mayores periodos de tiempo, en la historia política del mundo, por lo que la democracia no “nace” de la nada, en especial para los Estados latinoamericanos, sino que se transita hacia ella, usualmente desde alguna de estas formas de autocracia.

como desmantelar la democracia

En ese sentido, la literatura se ha concentrado en analizar cómo y porqué los países pasan de gobiernos autoritarios y cómo y porqué llegan a conformar gobiernos democráticos, donde algunos de los elementos centrales son la liberalización, como ampliación de derechos, y la socialización, como la ampliación de los principios democráticos de la esfera política a la social y la económica (O’Donnell y Schmitter, 2010).

Tras estos estudios, denominados como “transitología”, la democracia pasó a estudiarse en tanto su consolidación o en su calidad. La consolidación busca entender qué tan “protegida” está una democracia de las amenazas, internas o externas, de un retroceso a prácticas y formas autoritarias (Schedler, 1998), mientras que, por su parte, los estudios de calidad de la democracia buscan diferenciar los tipos de democracia unas de otras según su grado de desarrollo en una serie de componentes, algunos enfocados en los aspectos procedimentales (Altman y Pérez-Liñán, 2002), otros ampliando más el espectro y considerando cuestiones de participación y rendición de cuentas, así como el goce y ejercicio de algunos derechos civiles (Levine y Molina, 2007; Morlino, 2014).

Por último, y a manera de recapitulación, se reconoce que a pesar de que el origen del concepto y la idea de democracia data de hace mucho tiempo atrás, la forma de gobierno democrática contemporánea, que exige sufragio universal y desarrollo de elecciones libres y justas, mínimamente, así como cada vez una mayor ampliación de derechos y de involucramiento de la población en los asuntos públicos, es mucho más joven. Esta amplitud cada vez mayor de las democracias modernas, también significa su mayor debilidad, por la presencia de riesgos que, desde adentro del propio sistema, y mediante estrategias populistas, nacionalistas, o iliberales, cuestionan la propia democracia (Lührmann y Hellmeier, 2020).

Es así que la democracia no se da por sentad, primero que los riesgos a los que está sometida son permanentes y cambiantes, y segundo que la propia transición desde un gobierno autoritario no asegura un paso automático a uno democrático por lo que se mantiene, siempre, el riesgo de retrocesos autoritarios.  

El Estado de la Democracia 2019: Confrontar los desafíos, revivir la promesa

Referencias:

Abal Medina, Juan Manuel (2010). Manual de Ciencias Políticas.  Buenos Aires: Eudeba.

Altman, David y Aníbal Pérez-Liñán (2002). “Assessing the Quality of Democracy: Freedom, Competitiveness and Participation in Eighteen Latin American Countries” en Democratization 9 (2): 85-100.

Cameron, Maxwell (2011). “Anexo I. Marco teórico y metodológico”, en Maxwell Cameron y Juan Pablo Luna (eds.), Democracia en la Región Andina. La Paz: IDEA Internacional, IEP, Plural Editores.

Dahl, Robert (1989). La poliarquía. Participación y oposición. Madrid: Tecnos.

Dahl, Robert (1992). La democracia y sus críticos. Buenos Aires: Paidós.

Della Porta, Donatella (2017). Democracias. Participación, deliberación y movimientos sociales. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros.

Held, David (2006). Models of democracy. Tercera edición. Cambridge: Polity Press.

Levine, Daniel y José Molina (2007). “La calidad de la democracia en América Latina: una visión comparada” en América Latina Hoy 45: 17-46.

Lührmann, Anna y Sebastian Hellmeier (2020). Populism, Nationalism, and Illiberalism: A Challenge for Democracy and Civil Society”. E-paper, A Companion to Democracy # 2. Heinrich Böll Foundation y V-Dem Institute.

Morlino, Leonardo (2014). La calidad de las democracias en América Latina. San José de Costa Rica: IDEA Internacional.

O’Donnell, Guillermo y Philippe Schmitter (2010). Transiciones desde un gobierno autoritario. Buenos Aires: Prometeo Libros.

Przeworski, Adam (1991). Democracy and Market: Political and Economic Reforms in Eastern Europe and Latin America. Cambridge: Cambridge University Press.

Przeworski, Adam (2016). Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno. Buenos Aires: Siglo veintiuno editores.

Przeworski, Adam (2019). ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? Pequeño manual para entender el funcionamiento de la democracia. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Respuela, Sofía (2003). “La democracia: una discusión en torno de sus significados” en Julio Pinto (compilador), Introducción a la ciencia política, pp. 271-320. Buenos Aires: EUDEBA.

Sartori, Giovanni (1992). “Democracia”, en Giovanni Sartori, Elementos de teoría política, pp. 27-62. Madrid: Alianza Universidad.

Schedler, Andreas (1998). “What is Democratic Consolidation?” en Journal of Democracy 9 (2): 91-107.

Schumpeter, Joseph (1996 [1943]). Capitalismo, socialismo y democracia. Tomo II. Barcelona: Folio.

Welp, Yanina (2018). Todo lo que necesitás saber sobre las democracias del siglo XXI. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós.  

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